Cuando Juan Guillermo Cuadrado era apenas un niño, tomó un bus para viajar solo desde Apartadó hasta Barranquilla para presentar una prueba ante un cazatalentos. Le esperaban unos 555 kilómetros de carretera y vallenatos mal sintonizados.

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En su maletín llevaba unos guayos viejos que había limpiado con esmero, y uno que otro peso que su mamá se esforzó por ajustarle para los pasajes.

Cuando llegó a la prueba lo pusieron a jugar por un par de minutos frente a otros talentosos jugadores de su edad. Al terminar, los encargados dijeron que era “muy chiquito y muy flaquito”, y lo devolvieron para Apartadó sin mayores esperanzas.

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Esa no fue la primera vez que le dijeron que no. Hubo muchas más. Pero hay algo fabuloso en su historia: a pesar de los “NO”, de la escasez y de los prejuicios, Juan Guillermo nunca se dio por vencido y le metió doble dosis de disciplina y de fe a sus sueños cuando nadie lo veía.

Años después, brillando como uno de los mejores jugadores de la Juventus de Italia, o en la Champions League, o en las copas mundiales en las que ha participado, el panita nos cuenta su historia. Un fascinante viaje desde las canchas polvorientas junto a las bananeras, hasta la cima del fútbol internacional.